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El auto delicioso como un estilo de vida.

  • Foto del escritor: entresabanasmagazi
    entresabanasmagazi
  • 16 nov 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 24 oct 2020

Ya son seis meses de la pandemia por el Covid-19, sigo encerrada en casa, dejé el trago, la rumba, los hombres y el perreo, dejé de ser la persona popular que era, ahora solo soy yo y un espejo que me recuerda lo gorda y demacrada que me veo día tras día, por las largas horas que me la paso sentada frente a la “oficina improvisada” que me tocó montar en la sala de mi casa.


Pensé que el estar sola sería lo mejor, ‘paz mental, tranquilidad, tiempo de reflexión,

reconocimiento y demás cosas felices que veía en las redes sociales de los famosos’, pero volviendo a la realidad, soy solo yo, una mujer tierna, carismática, inteligente, dedicada al perreo, al trabajo y al estudio.



Transcurren los segundos, minutos, horas, días y la pandemia no termina, la soledad se hace eterna y las necesidades físicas incrementan, quiero sentir el placer de las vibraciones en la oscuridad, esas que producen las ondas que estremecen el suelo de la disco. La ansiedad y el desespero carcomen mi tranquilidad y empiezo a sentir una extraña necesidad, no sé exactamente qué es, pero no me hallo sentada frente al pc o en las noches viendo la serie La Anatomía de Grey, ya no soporto que me digan absolutamente nada, solo quiero desfogar mis energías en algo.


Una noche me acosté en mi cama en completo silencio mientras pensaba en lo que debía hacer para poder aliviar mi menester físico. En ese momento, empecé a recordar las veces y los momentos más felices de mi vida, entre ello, recordé la mejor noche, esa noche en la que conocí a mi ex novio, el hombre de mis sueños, el caballero que logró llevarme a la luna llena- un motel en la ciudad de Barranquilla- , fue la mejor noche de mi vida.

En ese momento, imaginé cada una de las cosas que hicimos. Mi mente empezó a volar, mientras mis manos acariciaban mi cuerpo. Juro que no lo hice conscientemente.

¡Pero fue lo mejor!


Me sentí muy extraña y exageradamente deseosa.

Mis manos seguían bajando hasta llegar a mi pelvis, allí me detuve y como una pequeña pausa en medio de un videojuego, pensé: ¡diablos, esto no lo puedo hacer!, ¿qué pensarán mis familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo? -¡No es correcto hacerlo!- ¡Increíble, yo en esta situación! Sin embargo, mi deseo por conocer y explorar eso que pensé que solo lo hacían los hombres, ya saben, por su instinto y necesidad animal de aliviar su euforia física, “ tener sexo salvaje o masturbarse hasta no más poder”.

Quise olvidar por un momento que era mujer y me dejé llevar...

Empecé a pasar mi mano muy suave por mi clítoris, mientras pensaba en todo lo que me hacía sentir deseosa, como los olores de los perfumes de los hombres, la mirada sexy de esos bellos modelos de telenovela, como la de Eric Dane o los calvos sexys cómo Jesse Williams.

Mientras mi cabeza imaginaba cientos de cosas, mi mano derecha trabajaba sobre mis senos y mi mano izquierda acariciaba mi clítoris con suaves y ligeros movimientos, era como si estuviese pintando mandalas pero con dos dedos.

Debo ser sincera, no logré hacerlo de inmediato por culpa de mis miedos y esos tenues pensamientos que me hacían creer que el estimular mis órganos sexuales, estaba mal. Sin embargo, con el paso de los minutos estos pensamientos se fueron disipando. Pese a ello, la necesidad que tenía, siempre estaba allí recordándome que debía hacer algo, ya que van 6 meses de encierro y debía descargar toda mi energía, esta vez sin contacto con otras personas.

-¡Es estupido, pero son las recomendaciones de la OMS!

-¡Siento que me muero, ya no puedo más!

“Creo que nosotras las mujeres nos dejamos llevar por el qué dirán, por la supuesta imagen que creemos que la gente tiene de nosotras” - en realidad, eso es tan efímero que dejamos nuestra felicidad, nuestros deseos y necesidades de lado.

¡No pensamos en nosotras!

Por primera vez, acostada en mi cama, con los ojos cerrados y muy deseosa, pensaba en mí, en lo que yo quería y necesitaba para estabilizarme como ser humano ¡Como una mujer!

Seguí, pero en esta oportunidad lo hice con más fuerza y deseo, y conocí por primera vez en 30 años mi cuerpo, descubrí los lugares más ocultos, el famoso “punto G” del que tanto habla la gente y canta Karol G, me sentí dichosa.

¡LO LOGRÉ!

Me estimulé, me pajié, me masturbé, me toqué, o como le quieran decir, lo hice, ahora conozco mi cuerpo, ahora me siento una mujer más completa, me puedo hacer feliz sola, sin necesidad de hombres, sin fingir estar dichosa mientras complazco a otro.

“Soy de las que piensa que después del orgasmo, la vida es más sabrosa”

Mujer, recuerda que no importa tu edad, ideología, nacionalidad, estado civil, profesión o lo que sea, somos humanas y necesitamos conocernos, sentirnos, hablarlo.

Esta es una invitación para que nos conozcamos bien y aprendamos a querernos tal cual somos.



¡Anímate, tócate, siéntete, y Disfrútalo!
Anónimo
 
 
 

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